Wonderland Café

Si hubiese un lugar en Santiago, que te transporte a un mundo mágico donde el tiempo y la rutina dejan de ser concebidos en nuestra mente, ese lugar no sería una fantasía ni un mito porque es real, y se llama Wonderland Café.

Ambientado en la famosa novela de Lewis Carrol de 1865, Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, Wonderland Café promete una experiencia inmersiva llena de detalles, fantasía y sabores exquisitos entre los rincones del barrio Lastarrias en la comuna de Santiago. El lugar es precioso, La atención es muy muy buena. Pedimos café, te, comidas calientes y postres; todo estuvo muy rico. Definitivamente es un lugar al que podría venir de forma periódica.

En aquella ocasión, al igual que en la gran mayoría de mis salidas, estaba con mi pareja Estefanía (de ahora en adelante Estefy). Personalmente ya había visto imágenes de Wonderland Café en Redes Sociales y me parecía muy prometedor. Al fijarme que quedaba en el barrio Lastarria decidí visitarlo apenas tuviera la oportunidad en alguno de nuestros paseos a la deriva por la ciudad. Este barrio en particular me encanta: gastronomía de autor, ambiente familiar, diverso, cultura, arte, historia y patrimonio. Espero este barrio nunca muera y permanezca igual o mejore en el tiempo. 

Al llegar cerca de las 13:00 hrs, lo primero que notamos fue una fila que saltaba a la vista respecto a otros restoranes de los alrededores. Si hay tanta gente esperando debe ser por algo. Lo único que hizo esta fila fue aumentar más nuestras expectativas. Además, la bienvenida fue muy cordial por parte del personal, colocando una disculpa por los tiempos de espera inmediatamente después del saludo. Al entrar decidimos comer en el patio dentro del restorán: Un pequeño rinconcito pintoresco y acogedor, bien ambientado y conservando el aspecto clásico y de antaño de la arquitectura del barrio.

Tengo la suerte de que mi compañera de vida me acompaña y sin importar cuanto tiempo pase, todos los momentos son provechosos y hay tema de conversación. La verdad el pedido tardó un poco más de lo deseado… pero valió completamente la pena. La presentación fue elegante al punto de que te invita a comer y de forma cordial y apetitosa. No hubo nada que no nos gustara. La vajilla con esos detalles antiguos está a la par con toda la experiencia en el entorno, las personas y la magia. Los sabores eran explosiones de sabor, los pasteles frescos, mi café helado muy bien hecho y en una porción bastante buena, té, fruta y huevos benedictinos que nunca olvidaremos.

Como consejo para los visitantes, recomendamos llegar con media hora de anticipación, o una hora en horas punta; y consideren desembolsar una cantidad un poco alta de dinero.

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